jueves, 29 de noviembre de 2007

Visita Real

El Aga Khan ha visitado Maputo. La cosa no parece tener mucho interés para un mortal común, pero vaya si la ha tenido. Su Alteza Real, líder espiritual de la comunidad ismaelitas, fue invitado por el Presidente de Mozambique a pasar cuatro días en el país, en el que tiene grandes intereses económicos y gestiona importantes proyectos de cooperación. Además, la visita se enmarcaba (como dicen los periodistas) en una serie de viajes de cumplido que Su Alteza está haciendo con motivo de su Golden Jubilee o Bodas de Oro como Imam de la Comunidad Islámica Ismaelita. Uno, en su ignorancia, pensaba que el Aga Khan era una especie de príncipe de cuento que, de vez en cuando, salía en las páginas del papel couché pero resulta que no, que los ismaelitas son una comunidad multiétnica de la rama chií del Islam, -concretamente la segunda en importancia después de los Twelvers- en número de fieles difícil de calcular pero que va, según autores, de los 15 a los 30 millones de personas y que tiene en Pakistán uno de sus principales asentamientos. El Aga Khan, conocido por los ismaelitas como Mawlana Hazar Imam, es el 49 Imam hereditario que desciende del Profeta y su importancia y prestigio en el mundo islámico es extraordinaria. Como da la casualidad de que la comunidad indiana de Mozambique es, mayoritariamente, de origen pakistaní, héte aquí que la visita del Aga Khan se ha convertido en un acontecimiento de relevancia trascendental que nos ha traído de cabeza, especialmente a los que, como yo, estábamos a la luna de Valencia.
El magno acontecimiento ha coincidido con un aluvión de visitas, alguna de trabajo y, otras, de queridos amigos. El caso es que todas tuvieron que alojarse en mi casa porque Su Alteza Real y su interminable séquito habían ocupado, literalmente, todos los hoteles de Maputo excepto las pensiones de mala muerte que, sin que haga falta echarle mucha imaginación, aquí son dignas de tal nombre. Total, que de manera apresurada, hube de acomodar a todos como pude teniendo en cuenta que mi casa, con todo el espacio y maravilla que contiene, no es precisamente un mundo de confort. No ando sobrado de mobiliario, el menaje llega a duras penas y la ropa de casa es un bien escaso, así que nos apretamos como pudimos y compartimos lo que había, dando todos mis huéspedes muestras de paciencia infinita e impagable bonhomía. Gracias a ellos.
Para colmo, la semana en que hemos coincidido todos, ha hecho un calor horroroso, una humedad pegajosa hasta la náusea y ha coincidido con la eclosión general de los mosquitos residentes en Maputo que se habían debido reventar poniendo huevecillos durante el invierno. O eso, o se celebraba la convención universal de trompeteros porque no había yo visto tal cantidad de insectos en mi vida. Las salamanquesas engordaban por momentos a la luz de los portones.
Naturalmente, hemos sido víctimas de mil y una picadas aunque, afortunadamente, parece que sin consecuencias.
Durante las tórridas y casi insomnes noches, averigüé que ya amanece a las cuatro y cuarto de la mañana, que la habitación donde me tocó dormir carece de cristal en una de las ventanas, que al guarda de noche le gusta escuchar ritmos latinos hasta las tres de la madrugada y que no hay manera de hacer callar al simpático pájaro nocturno que vive en el Cocotero de mi jardín cuyo metálico e incansable tink-tink llega hasta el amanecer.
¡Felices noches de verano!

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