viernes, 25 de mayo de 2007

Al final de la semana

Desocupado lector: A punto de terminar la terrible semana, me dispongo a dejar aquí constancia de la dificultad habida durante la misma para dar novedades. El trabajo ha inundado los días, muchas reuniones aplazadas se han materializado ahora, nuevas visitas a juzgados se han realizado y, para colmo, hemos iniciado un pequeño seminario de formación del que me he hecho cargo personalmente, de modo que apenas he hecho otra cosa que ir de acá para allá como un yo-yó.

Como remate de semana, nos hemos despertado este viernes con la noticia de que el Ministerio de Agricultura, un enorme edificio situado en la Praza dos Heróis, ha comenzado a arder a eso de las 6 de la mañana dejándolo –a estas horas- completamente destruido pese a los denodados esfuerzos de la magra fuerza de bomberos de la ciudad. Las causas son desconocidas aunque se supone que habrá sido un cortocircuito, cosa bastante frecuente y generalizada en los edificios antiguos por razón del lamentable estado de sus instalaciones generales, llenas de cables viejos, canalizaciones rotas, derivaciones y conexiones hechas de cualquier manera. El incendio y destrucción del ministerio traerá gravísimas complicaciones burocráticas, sin contar con las materiales. Veremos en qué resulta.

Por fin tengo mi carrinha a la que he bautizado Bakki, que es como se llaman en afrikáans. Su estado general es aceptable lo que quiere decir malo en términos europeos, pero bueno en consideración a su recia naturaleza africana. Es una auténtica mula de carga con 3.200 c.c., tracción total, cinco plazas y una estupenda caja trasera para llevar cosas o personas al estilo local. He visto carrinhas como ésta con más de treinta personas a bordo. En las bodas, por ejemplo, hacen de transporte colectivo; los novios van delante, mientras que en la caja van los invitados cantando a voz en grito las canciones festivas tradicionales. Un espectáculo. La mía es blanca y cuenta con uno de los ya conocidos “secretos” que se supone la hacen inexpugnable para los malandros. El secreto, en la línea habitual de este tipo de aparejos, requirió la intervención de todos los motoristas de la oficina hasta dar con el mecanismo de puesta en marcha y desconexión. Bakki permanece de momento en el parking porque carece de seguro y prefiero no arriesgarme a atropellar a alguien y vérmelas con sus deudos.

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