lunes, 5 de marzo de 2007

Sudáfrica

El Sábado lo he pasado en Sudáfrica. Carlos me ha acompañado aunque, al final, apenas ha hecho falta porque he conducido yo casi todo el camino. Ya me encuentro bastante más sueltecito aunque no hay manera de que me pare sin bajar la ventanilla ni conectar el parabrisas lo que equivaldría, en un coche normal, a poner punto muerto y conectar el intermitente. Carlos, en modo-Luis-Moya, me iba cantando los semáforos y las señales de tráfico, por si acaso: “está rojo, doctor, ¿lo ve?”… “pone 80, Doctor, habría que reducir”… “peatones cruzando, Doctor, haga lo que le parezca…
El día ha sido muy largo. Salimos a las 7:30 de Maputo y llegamos a la frontera en una hora. Está a 100 Km. aproximadamente y hay una buena carretera que cruza por una sabana inmensa y solitaria de la que de vez en cuando asoma una choza o un rojizo rebaño de vacas. No hay mucho tráfico y se circula con comodidad.
A los europeos y especialmente a los que hoy viajan en avión, se nos ha olvidado cómo eran las viejas aduanas de carretera. Hoy lo he recordado con todo lujo de detalles. Casi dos horas para pasar la Mozambiqueña y la Sudafricana, colas interminables, calor insoportable, burocracia y sellos por todos lados y un pintoresco paisaje humano repleto de trabajadores de regreso a casa, afrikaaners de vacaciones, familias de compras y camionetillas de abastecimiento que pululan por la frontera en un hormigueo interminable de bidones, cebollas, caña y mil objetos inverosímiles. Encima, era primero de mes y era la peor fecha.
Sudáfrica es un país rico y notoriamente desarrollado en comparación con Mozambique. Se advierte nada más cruzar la frontera, en los coches, las carreteras, los anuncios, las casas. Al contrario de lo que ocurrió en Mozambique cuando se proclamó la independencia, en Sudáfrica los afrikaaners se quedaron, de modo que se ven muchos blancos por todas partes si bien resulta bastante evidente que siguen viviendo en un mundo aparte.
Sudáfrica es, como casi toda la zona, un hervidero de lenguas y culturas. El inglés aquí hace de idioma vehicular, del mismo modo que el portugués en Mozambique, pero la radio es una curiosísima mezcla de inglés con zulú y otras lenguas desconocidas, además del afrikáans que viene a ser una especie de holandés rarísimo trufado de palabras inglesas y portuguesas, entre otras influencias más curiosas como la del hindi. El país tiene unas riquezas naturales increíbles que ha sabido desarrollar y que, pese a su convulsa historia, ha terminado por convertirlo en la perla de África.
Nada más entrar en Sudáfrica desde el paso de Ressano García, hay una pequeña desviación hacia la primera entrada del Parque Kruger, paradigma de las reservas naturales, que lleva el nombre de su visionario dueño original. Nos hemos acercado hasta la entrada para pedir información y, de paso, cruzamos el Río de los Cocodrilos aunque no hemos visto ninguno. No obstante, en apenas cinco minutos, he visto dos tipos de ánades inmensos, una elegantísima garza y miles de extraños peces que rodeaban los pilares del puente. El paisaje tiene una belleza deslumbrante.
Luego hemos seguido hasta nuestro objetivo: Nelspruit. Se trata de una ciudad a 100 Km. de la frontera y que es la más importante de la zona. Es un centro comercial muy atractivo para los Mozambiqueños pudientes que allí encuentran tiendas de corte europeo que no hay en su país. Además, se trata de una ciudad limpísima, ordenada y completamente orientada al comercio de modo que bulle de restaurantes y de todo tipo de tiendas con millones de artilugios que en Mozambique no existen o cuestan un ojo de la cara. Es, para hacernos una idea, lo que en sus años fueron para los españoles Perpignán, Ceuta y Elvas, pero todo en una. Tiene un cierto aire de ciudad provinciana estadounidense y la estrella de su oferta es un gigantesco Mall que está a las afueras, parecido a los que ahora rodean Madrid, pero que es el único en 300 Km. a la redonda por lo que resulta un verdadero imán. Tiene varios supermercados, tiendas de informática y electrónica, ropa, bisutería de tipo europeo, accesorios, cosas para el hogar, decoración, y todo perfectamente surtido. Los precios, siendo muy superiores a los de Mozambique, siguen siendo relativamente baratos con relación a Europa. Un litro de leche: 6 rands; un kilo y medio de manzanas y uno de peras: 6 rands cada uno; una docena de huevos: 8 rands. El Euro está a unos 9 rands y medio. El Rand, a 3.8 meticales y, a lo que iba, como no encontramos una casa de cambio abierta, conseguí hacerme un lío descomunal entre las monedas y billetes de uno y otro color, que iba entregando aquí y allá de manera compulsiva. Pero para hacernos una idea práctica: nuestro almuerzo, en un bistrot tipo Vips, costó en total 84 rands, es decir, apenas 9 euros. No estuvo nada mal especialmente para Carlos quien, pese a ser las cuatro de la tarde, se pidió un desayuno británico especial de la casa con todo tipo de side orders y zumo de mango y le trajeron una bandeja descomunal que se zampó sin pestañear.
Dimos un paseo por la ciudad, nos dimos cuenta de que hacía el mismo calor insoportable que en Maputo y emprendimos el regreso al filo de las 4:30 de la tarde para llegar dos horas después. Resulta extraño, pero parecía que regresábamos a casa.

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