jueves, 8 de marzo de 2007

Qué hace?

Seguro que los desocupados lectores de este diario se habrán preguntado alguna vez a qué dedica el Capitán su tiempo lectivo, porque del libre ya da cumplida cuenta. Pues bien, hasta ahora me he dedicado, a grandes rasgos, a hacer un esbozo de la situación de los tribunales de este hermoso país. No voy a aburrir a nadie dando detalles excesivos pero sí creo interesante hacer un extracto básico de las condiciones materiales en las que se mueven. Todos nos quejamos de nuestra situación y, por regla general, nos falta perspectiva y esa otra cosa que los juristas estudiosos denominan derecho comparado.
Los Juzgados suelen disponer, en el mejor de los casos, de un solo ordenador aunque nunca –o muy raramente- está conectado a Internet. Toda la gestión de los casos se hace a mano o con la única ayuda de máquinas de escribir totalmente mecánicas que son las que menos se estropean y apenas requieren mantenimiento. Por esto son las preferidas: un recambio de máquina de escribir eléctrica o de aquellas llamadas en su día electrónicas resulta imposible de obtener dado que dejaron de fabricarse hace muchos años. En cambio, cualquier problema con una máquina de varillas puede solucionarse llamando al herrero o al soldador.
Con todo, lo normal es que los tribunales sólo dispongan de una máquina o, como máximo, de dos. Desgraciadamente, casi es más frecuente que solo tengan media, es decir, una máquina compartida con algún otro juzgado u oficina.
Las instalaciones judiciales, exceptuando algunas de la capital, son poco funcionales, antiguas y sin comodidad alguna. El aire acondicionado suele reservarse para el despacho del Juez o, en el mejor de los casos, para la sala de audiencias. El resto suele limitarse a algún ventilador particular que aporta el interesado. El mobiliario es antiguo, medio desvencijado o desvencijado del todo y escasamente funcional. Hay una carencia sorprendente de armarios de todo tipo y especialmente de archivo, con lo que el suelo acostumbra a estar sembrado de pilas enormes de papel cubierto de polvo.
Falta también una buena dotación en material de oficina, desde máquinas fotocopiadoras o faxes hasta grapadoras o encuadernadoras. Ciertos aparatos, como arcos de detección de metales, destructoras de documentos, máquinas de videoconferencia, micrófonos o cámaras, son entes absolutamente desconocidos.
El problema fundamental que aqueja a la tramitación de los casos, con todo, es el de los actos de comunicación de los tribunales. Casi la mitad del personal de las oficinas judiciales está dedicado a ello. Carecen de servicios comunes y de medios de transporte propios por lo que suelen viajar en chapas, recorriendo la ciudad como almas en pena con las cédulas de notificación en la mano, buscando gente, preguntando por unos y por otros y localizando barracas en medio de un cinturón suburbial que se extiende como un chaparral de huertos y casitas minúsculas.
Para esto sí hace falta vocación.

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