viernes, 23 de marzo de 2007

O Paiol

La tarde de ayer, Jueves, fue caótica. El Paiol de Malhazine ha resultado ser el origen de la catástrofe. El Ministerio de Defensa había almacenado en ese polvorín una enorme cantidad de explosivos, incluyendo granadas, cohetes, obuses y todo tipo de munición pesada, la mayoría desfasada y falta de mantenimiento. En tiempos coloniales, el Paiol estaba muy alejado de la ciudad pero actualmente, la expansión del cinturón exterior ha llevado las casas hasta sus mismas puertas. Los barrios suburbiales crecieron extraordinariamente durante la guerra porque grandes masas de población huyeron de las zonas en conflicto y se refugiaron en Maputo. Actualmente, las barracas están adosadas a los muros del polvorín sin que nadie lo haya impedido ni siquiera advertido a sus humildes moradores del peligro existente.

A las 4:30 de la tarde de ayer, comenzaron a oírse las primeras explosiones. Llegaron a su punto álgido una hora más tarde con el estallido de la parte principal del polvorín, provocando columnas de humo y fuego de cientos de metros de altura. Según fuentes bien informadas, estallaron más de 11.000 toneladas de material explosivo. Todo el barrio de Malhazine resultó gravemente afectado aunque restos de granadas y esquirlas metálicas sembraron también la Baixa y las grandes avenidas de la ciudad. Los cohetes y los obuses salían disparados y caían entre las casas como en un bombardeo enloquecido. Los habitantes de la zona más cercana al polvorín salían como podían de sus casas, reducidas a escombros, mientras intentaban trasladar a los heridos en coches particulares o en las escasas ambulancias disponibles. En medio de un gigantesco caos circulatorio, las chapas dejaron de circular y dejó a la ciudad sin transporte público. Miles de personas se agolpaban en las aceras a la espera de cualquier medio que pudiera llevarles hasta sus casas en las afueras. Los habitantes de Malhazine huían desorientados por las carreteras en dirección al centro de Maputo mientras a su alrededor caían cascotes, piezas de artillería sin explotar y cristales rotos. La televisión nacional ofrecía las primeras imágenes de la catástrofe y de la caravana de heridos que iban siendo trasladados en camiones particulares y pick-ups, al Hospital Central de Maputo. Una hora después de comenzar las explosiones, comparecieron las autoridades, incluyendo el Presidente de la República, pidiendo calma y serenidad aunque, al parecer, no había previsto un plan de emergencia adecuado. Sobre las 8 de la tarde se convocó a las delegaciones internacionales para intentar diseñar una estrategia común. Dos médicos españoles comenzaron a trabajar en el hospital central para el tratamiento de los primeros heridos graves. Al parecer, tuvieron que practicar varias amputaciones y suturas de heridas abiertas. También se presentaron muchos quemados. Las redes telefónicas dejaron de funcionar por el colapso de llamadas y los intentos de los trabajadores de Maputo de localizar a sus familiares y amigos residentes en los suburbios. En el centro mismo de la ciudad los cristales de las casas aparecían rotos por la onda expansiva de las deflagraciones.

Salí de la oficina y logré llegar al apartamento en medio de un terrible desbarajuste circulatorio y de gente corriendo por las calles en dirección al hospital, además de la marea humana que en plena noche vagaba por las avenidas en busca de cualquier cosa que les permitiera llegar a sus casas. El flet está relativamente cerca del lugar del siniestro pero, afortunadamente, Silvia había dejado las ventanas abiertas para ventilar, de modo que ninguno de mis cristales estaba roto.

Esta mañana, la radio hablaba de 99 muertos, más de 300 heridos muy graves e innumerables de diversa consideración. Las cifras reales pueden ser mucho mayores. Nadie de los nuestros ha sufrido, que se sepa, daño alguno aunque dos empleados del Supremo se han quedado sin casa. De camino a la oficina, he visto salir del Palacio Presidencial la aparatosa comitiva del Presidente y a lo largo de las calles se podía advertir una nutrida presencia policial y militar. Según he sido informado, en la Baixa se han roto casi todas las ventanas y se han producido actos generalizados de pillaje.

Políticamente hablando, la cuestión se asimila a un desastre natural como las inundaciones o el ciclón Fabio. Nadie asume responsabilidades y no habrá indemnizaciones ni reparación alguna porque tampoco hay costumbre de asegurarse ni dinero para hacerlo.

El problema continúa latente. Según han informado los militares, en el Paiol hay un silo de misiles que, si llega a explotar, pueden arrasar la ciudad de Maputo. La emergencia continúa, agravada por el hecho de que hoy se esperan temperaturas máximas de 38 grados en la ciudad, con una humedad inusualmente elevada.

(nota: las fotos no son mías)

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