miércoles, 21 de marzo de 2007

De vuelta a la ciudad

Después de dos días en la playa, regresamos a Maputo. No lo hicimos por el misma camino, de modo que pudimos dar un buen paseo por los alrededores del Parque de los Elefantes y nos acercamos hasta la entrada en la que aparece, ominosamente, la advertencia de lo que le puede pasar al coche del imprudente viajero. Varios incendios incontrolados se veían cercanos levantando inmensas columnas de humo. La arena del camino volvió a jugar con los coches, con el equipaje y con los pasajeros. Entre Maputo y Ponta d’Ouro hay apenas 80 Km. pero se tardan tres horas en recorrerlos.

Al atardecer llegamos al desvencijado embarcadero de Catembe. La vista sobre la ciudad era extraordinaria, anticipando una de esas puestas de sol que pintan los edificios de colores pardos y rojizos como la tierra africana. En el viejo muelle, se ven los restos de viejos barcos abandonados y a su alrededor, un interminable enjambre de pasajeros, trabajadores, paseantes, vendedores ambulantes y tipos pintorescos, pulula como avispas multicolores. Las mujeres y los niños llevan sus paquetes en la cabeza para tener las manos libres y circulan entre los coches detenidos a la espera de embarcar en el batelão. Junto al ferry circula otro pequeño transporte, al que llaman el barquinho y que hace el mismo trayecto atestado de pasajeros sin coche. Desde Catembe se ve amarrado al puerto de Maputo un pesquero español apresado hace meses a la espera de aclarar si las artes que usaba eran o no legales.

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