lunes, 26 de febrero de 2007

Primer Día

A primera hora, el Embajador en persona vino a recogerme en su coche oficial al hotel. Habíamos concertado una cita con el Vicepresidente del Tribunal Supremo para hacer las presentaciones pero, antes que nada, me dio un paseo por la ciudad y me mostró los edificios más interesantes que, como era de esperar, pertenecen todos a la época colonial y son oficiales: la aduana, el ayuntamiento, la estación de ferrocarril… también hay algunas casas notables, de ese estilo indo-portugués tan barroco que las hace tan especiales. Los edificios modernos, en cambio, carecen por completo de valor arquitectónico y están poco mantenidos, de manera que aparentan mucha más antigüedad de la que en realidad tienen.
El Tribunal Supremo está en la Calle Vladimir Lenin esquina Ho Chi Min. A causa del pasado comunista del país y la época del Frelimo, la mayor parte de los nombres de las calles de Maputo son de ese estilo. Lo más centrado que he visto es "Olof Palme".
El Tribunal ocupa dos edificios. Uno, más antiguo, es una vieja residencia colonial holandesa del S. XVIII que ha sido rehabilitada y que albergó durante algún tiempo el Museo de Historia Natural que ahora se ha trasladado a un enorme y bellísimo palacio portugués de estilo manuelino. Ahí se encuentra el despacho del Venerando Presidente, una sala de vistas para los plenos y otra para deliberaciones. Casi todo el lugar conserva los viejos azulejos del palacio, de origen italiano, así como otros muebles históricos. La Sala de Vistas conserva una vieja sillería portuguesa del S. XIX a la que únicamente han colocado, bajo la esfera armilar de la vieja metrópoli, el nuevo escudo del país.
El otro edificio es moderno y funcional, con solo dos plantas. Ahí están los despachos de los Magistrados, que aquí se llaman Jueces Consejeros, y las oficinas judiciales. Todo el complejo está vallado y dispone de un aparcamiento propio lleno de coches oficiales y motoristas, incluido el mío.
Nos recibió el Vicepresidente, un hombre acogedor, venerable y tranquilo, que nos transmitió sus preocupaciones, contó algunas anécdotas, y terminó haciendo de cicerone. Me mostró mi despacho, una preciosa habitación en la fachada del edificio con un mobiliario espartano y una sala de recepciones adjunta para recibir las visitas. Al lado opuesto, está el despacho de dos juristas que trabajan para el Tribunal como ayudantes.
A la hora del almuerzo, fui con el Coordinador español a la residencia del Embajador. Se trataba ahora de una recepción más formal a la que asistieron, además, el Coordinador Adjunto de la Cooperación Española y el Primer Secretario de la Embajada. La residencia del Embajador es amplia y exótica, llena de muebles y recuerdos africanos y con una estudiada decoración en colores terrosos y maderas oscuras que la hacen cálida y confortable. Dispone, además, de un exquisito servicio que atiende delicadamente a los huéspedes. La comida, también formal, resultó muy agradable y el Embajador, con idéntica cortesía a la ya mostrada, propuso un brindis en mi honor y me deseó mucha suerte.
Por la tarde, el Coordinador me mostró la sede de la Cooperación Española. Se trata de un edificio de varios pisos en pleno proceso de rehabilitación, de modo que las condiciones no son excesivamente favorables. Ni siquiera hay espacio para todos así que hay que compartir despachos y yo lo hago con el director financiero. En realidad, mi lugar de trabajo estará en el Tribunal Supremo, pero aquí han dispuesto de un pequeño lugar para lo que llegue a necesitar. El Coordinador me presentó a los demás miembros de la Oficina Técnica de Cooperación y, tras una breve charla, finalizó el día.

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